III Tercer día del Triduo del Milagro, 15 de Septiembre de 1692.
Amaneció el día 15 entre oraciones y desvelos. También en esos momentos hubo algún que otro temblor y el rumor de lo ocurrido con el P. Carrión se extendía como otro gran consuelo, a las 9:00 se llamó a la Misa Mayor, y después el alcalde y los notables de la ciudad entraron al templo Matriz a venerar la imagen del Cristo olvidado desde su llegada a la ciudad 100 años atrás, ya dentro hechas las reverencias, la señal de la Cruz y puesto de rodillas el Vicario Chávez y Abreú exclamó: «Mirad con todo cuidado y devoción este Santo Cristo del que vosotros habéis oído recordar a nuestras madres, padres y abuelos, como vino a esta nuestra ciudad en el pasado siglo, enviado por el señor obispo del Tucumán Fray Francisco de Victoria ¡Contemplad una vez más cuan hermosísimo y devotísimo es! ¡Implorad perdón para esta ciudad, a fin de que pueda, en adelante, cantar sus misericordias!
Entonces los cabildantes dijeron unánimes y conformes: «Dice muy bien vuestra Merced que es una maravilla este Señor» Tras lo cual enviaron a los carpinteros para la construcción de unas andas y un altar para colocarlo afuera, frente a la ya célebre Bienaventurada Virgen del Milagro que seguía cambiando de colores.
En el transcurso del día el P. José Carrión envió una breve nota al Vicario Chávez y Abreú que además era comisario de la inquisición citándolo al convento jesuita para transmitirle la revelación que había tenido, la reunión tuvo lugar recién al caer la tarde.
Al ponerse el sol, el Vicario, dirigió la sacada del Cristo entre las lágrimas y la emoción de los vecinos, de este modo las imágenes quedaron en el atrio de la Iglesia Matriz para luego realizar una Procesión de Penitencia, y durante los siguientes días en que se organizó el rezo de una novena, tras la cual la imagen de la Virgen fue recuperando sus colores y su aspecto normal.
¡Señor del Milagro, Cristo Redentor del pueblo argentino no apartes tu amor!
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